Duelo por el Rubio

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 El abanico oscila ávidamente ante mí, no se da cuenta que en su aire ha quedado prendido un látigo, cuyas colas adornadas con finas hojas de barbero, abofetean mi cara.

 Los destellos del sol en la afilada herramienta, multiplican infinidad de arco iris al responder a la luz de la mañana, pero luego tornan rojizos los despueses al conversar con mi piel y mi pasado.

 Abren mi mente los metales y liberan la basura que encierro, hay sangre podrida y vísceras malolientes, intestinos opacos de digestiones inmerecidas.

 Estoy desilusionado, pensaba que la luz del sol lavaría la imagen de mis miserias, pensaba que la forma de creer en mi, seria suficiente para tutearme con la honradez, pero veo que las miserias interiores son iguales en todos las personas auto-encontradas.

 Habrá que plantearse si el sol ilumina o quema, si el agua sacia o ahoga, o si el cariño destroza o destroza, o destroza después del destrozo, o es posible que solo sea una ilusión que nos frustra y lacera el presente por no poder enquistar el pasado.

 Leonor Canseco

«A los caídos por la livertá»

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«A los caídos por la liverta», decía la única cruz que quedaba en una fosa común patagónica donde se enterró a un centenar de obreros patagónicos fusilados en 1921, durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen por el teniente coronel Varela, con la anuencia de los estancieros británicos.
Pero lo de la cruz y su recuerdo es apenas una anécdota. Los datos fríos hablan de 1500 peones rurales fusilados por las fuerzas del gobierno de Yrigoyen y el estímulo de los estancieros ingleses (acostumbrados al fin y al cabo a tratar como esclavos a sus empleados) para aplicar la ley marcial contra los insubordinados, mayoritariamente anarquistas.

Lluvia

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            Me gusta cómo llueve fuera de la gravedad y en todos los sentidos, desde los poros de quien siente y a su vez, es sentido en cuerpo y alma.


Llueve desde los ojos y desde el corazón, con sufrimiento y también con emoción, llueve en palabras desde la mismísima razón, llueven sonrisas, desde los labios de la gente satisfecha de si misma,


Llueven ideas, desde las mismas entrañas de los que siguen teniendo capacidad de pensar, llueven palabras, desde los mismísimos dedos que no queremos dejar reposar, llueve futuro, sobre los hombros que son capaces de saberse arrimar, llueve ilusión, sobre los ojos de quien sabe mirar en los ojos de los demás.


Me gusta la lluvia, también el sol, también los vientos, las manos, las palabras en voz, música y papel, pero también me gusta cuando la lluvia eres tú, cuando empapándome, empapas al mundo.

Leonor Canseco